La hora de los relojes inteligentes

Un repaso por el origen de los relojes inteligentes

El reloj de pulsera nació en los orígenes de la aviación. Herramienta imprescindible para los pilotos en una época en la que el único instrumento de navegación eran sus propios ojos, se popularizó entre ellos la idea de incorporar una correa a un reloj de bolsillo que primero fijaban al muslo y, más adelante, empezaron a hacerlo a la muñeca. Había nacido un artilugio que pronto pasaría a desplazar a los pesados relojes de bolsillo.

Desde entonces, la tecnología del reloj de pulsera no ha dejado de evolucionar. Sin grandes cambios, la mayoría de veces, pero mejorando su precisión y robustez, así como la tecnología que le permite medir el tiempo. Fiel a su esencia metronómica, el reloj evoluciona de forma pausada, pero constante.

¿Y sus funciones? Apenas han evolucionado. Si exceptuamos los relojes digitales, populares en los 80 pero que son poco utilizados hoy día, salvo aquellos especializados para deportistas y los modelos vintage que se han puesto de moda. Durante las últimas décadas se han incorporado calendarios, fases lunares y otras mejoras, pero nada comparable a lo que nos espera. Porque, desde 2013, el reloj ya nunca será lo mismo.

 

Smartwatch 1.0

No es que sea la primera vez que un fabricante de tecnología intenta fabricar un reloj. Microsoft lo intentó en 2004, en alianza con Fossil, Suunto y Tissot. Era demasiado pronto y todavía no disponíamos de wifi o 3G para que el reloj estuviese siempre conectado.

Microsoft SPOT mostraba información a la carta, proporcionada por MSN, a través de emisiones de radio FM. El servicio era similar al que permitía en algunos países obtener información de tráfico en la pantalla de la radio del coche. Microsoft dejó de dar soporte al proyecto en 2008, ¡justo cuando empezaba a existir un mercado para estos dispositivos!

Actualmente, estamos siempre conectados mediante diferentes redes, los dispositivos móviles han alcanzado la madurez en cuanto a rendimiento y duración de la batería y, sobre todo, la tecnología ha dejado de ser sólo un asunto que interesa a geeks.

El smartphone y el tablet, entre otros, son también artículos de moda, que gusta lucir. Y son estos dispositivos los que interactúan con los relojes para tener información y servicios a mano en todo momento.

En medio de este contexto, llegan los primeros smartwatches con posibilidades reales de cambiar el mercado. Son los modelos diseñados por grandes marcas asiáticas como Samsung y Sony, pero también por pequeñas startups como Pebble y I’m Watch.

Las primeras tienen la ventaja de que son también fabricantes de otros dispositivos afines, por lo que la integación con sus móviles y tablets es muy buena (aunque no necesariamente funcionan sólo con ellos). Por su parte, los proyectos independientes tratan de ser compatibles con el máximo número de dispositivos y apps.

¿Qué hace inteligente a un reloj?

Todos los relojes inteligentes existentes dependen del móvil al que lo conectas mediante Bluetooth. Una vez emparejados los dispositivos el usuario recibe notificaciones en su reloj y puede interactuar con algunas aplicaciones. Es decir, se trata más bien de una extensión del teléfono que de un dispositivo completamente independiente.

Así, es posible ver los nuevos mensajes recibidos, ya sean SMS, Whatsapp, Hangouts y otros sistemas de mensajería. También se pueden aceptar y rechazar llamadas desde la pantalla del reloj y, en algunos casos, incluso mantener una conversación a través de él, al estilo de las películas y series de ciencia-ficción.

Estos son los usos básicos que, con excepciones, ofrecen todos los modelos. Además, mediante las apps adecuadas, se puede utilizar para tareas más específicas. Los corredores que utilizan Runtastic para seguir el progreso de su entrenamiento disponen de información en tiempo real en la pantalla, se puede consultar el mapa en el móvil y recibir instrucciones de navegación en el reloj, o incluso leer las últimas noticias de nuestros medios preferidos o los tweets sobre un tema determinado.

Las funciones que se pueden añadir al reloj dependen tanto del propio fabricante como de los desarrolladores de app o, incluso, de que se forme una comunidad que ayude a la creación de nuevas funciones para un smartwatch determinado.

 

¿Nueva necesidad o moda pasajera?

Algunas tecnologías innovadoras no obtienen la aprobación del gran público y desaparecen casi tan rápido como llegan al mercado. Otras, sin embargo, nos cambian la vida. Para muchos usuarios de smartphones, quedarse sin batería a mitad de la jornada les causa una sensación de desamparo.

Sin correo, sin mensajería instantánea, sin poder hacer una foto y compartirla al instante… incluso sin la posibilidad de estar localizable mediante una llamada de voz convencional. A la vez que nos facilitaba la vida, el smartphone nos ha vuelto dependiente. ¿Sucederá lo mismo con los smartwatches?

Parece poco probable que este dispositivo no llegue a calar en el mercado. No se trata de la apuesta arriesgada de un solo fabricante, ni de cambiar en exceso los hábitos de los usuarios. Simplemente, se trata de llevar las funciones que ya utilizamos a un dispositivo que también es de uso corriente pero que, para los tiempos que corren, parece extremadamente poco flexible.

Muchos de los dispositivos que se están comercializando proceden de fabricantes que desarrollan también tablets y smartphones y, en gran medida, son versiones a escala de estos. Con una pantalla más pequeña, un procesador más lento y otras características adaptadas para la pequeña batería integrada (un 20% de la de un móvil típico), estos relojes inteligentes ofrecen una autonomía máxima de un día de uso. Es decir, que hay que cargarlo cada día y no será raro que más de un día terminemos luciendo un reloj que ni siquiera da la hora.

 

 

Otra de las críticas a estos modelos es la falta de aplicaciones disponibles. Aunque el smartwatch habla con el móvil, dispone de sus propias apps que, por ahora, no son muchas. Y, aunque se pueden utilizar muchas funciones del teléfono, la gracia de estos dispositivos es poder prescindir del smartphone para las apps que usamos con frecuencia. Incluso, puestos a pedir, que no sea necesario un smartphone en absoluto. Esto parece complicado por ahora, ya que el consumo de batería se dispararía en caso de que elementos como la radio 3G/LTE y la wifi fuesen integradas en el propio reloj.

Por su parte, otros modelos que han puesto la funcionalidad por encima de la estética, carecen de algunas características interesantes. No pueden ejecutar apps complejas y, en algunos casos, se echan de menos características como una cámara integrada o una pantalla en color. La ventaja es que el reloj está mostrando información en todo momento, sin tener que hacer nada par que se active y, aún así, el reloj dura días en funcionamiento.

Lo ideal sería que los smartwatches tuviesen características de ambos tipos de dispositivo. Por eso, los modelos que se comercializan en la actualidad parecen más bien una toma de contacto con el mercado. Una aproximación para que los early adopters juguemos, presumamos y demos a conocer el concepto.

Para que el smartwatch se convierta en un fenómeno de masas todavía faltan algunos detalles. Mejoras tecnológicas que ayuden a que sea un producto verdaderamente satisfactorio y el diseño. Porque, no nos engañemos, estos relojes no son especialmente bonitos. Los mejor diseñados son resultones, pero estéticamente no resisten la comparación con relojes de precios similares firmados por marcas como Tissot, Seiko o Steinhart.

Algunos de estos fabricantes ya están planteándose como incorporar las nuevas tecnologías a sus modelos. Si consiguen superar el problema que plantea que dispositivos diseñados para durar incorporen elementos que en pocos años estarán obsoletos, tienen mucho que aportar al desarrollo de los smartwatches. Fabricantes como Seiko y Fossil experimentaron ya con la tecnología en los 80 y 90, respectivamente.

Sin duda, queda mucho por decir en esta categoría de producto. Los modelos que algunos llevamos ahora terminarán sin remedio en un cajón de casa para que podamos exhibirlos de una década como piezas de museo. Los reemplazarán versiones más y más completas que terminarán por convertirlo en un objeto cotidiano. Y, quien sabe, tal vez llegarán a ser una alternativa al propio smartphone. Lo que parece fuera de toda duda es que han llegado para quedarse.

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